Escrirores en Red

sábado, 25 de abril de 2015

LA VIDA PASA

     La vida pasa, los bellos instantes de un ayer cada, vez más lejano, van desapareciendo en la espesa niebla, fría, de los recuerdos. El verdor frondoso del inmenso valle de los juegos en donde las ilusiones se perdían por sendas misteriosas, con la certeza de que las horas, recelosas, acabarían entregándonos algún tesoro soñado, se ha cubierto de hojas secas de un otoño desaprensivo y gruñón.

     Las horas pasan más deprisa, son estrellas fugaces de una vigilia amarga en la que los versos huyen de miedos absurdos, cielos cubiertos de temores imaginados que pretenden usurpar la intimidad más amada. Los minutos se deshacen en sonidos confusos, las viejas y amables palabras del ayer apenas se comprenden, no hay diálogo. 

TRAS UN LARGO SILENCIO

     Tras un largo silencio regreso con las palabras rotas. Las tardes azules y alegres del ayer han envejecido prematuramente y, sobre mis cuartillas blancas aun sin estrenar, brotan unos sobresaltos desconocidos.

     Tengo miedo. La noche eterna se me insinúa y me arrebata las ilusiones del alma. Las esperanzas, mis vanas esperanzas, vagan por los atrevidos rincones de un tiempo extraño. Aún sueñan, no sé qué, pero todavía confían en el mañana. Ha de pasar algo, la vida no puede ser tan ruin y robarme lo único que me pertenecía. La palabra.

     Ahora, mis manos tiemblan, están frías, heladas, jamás han acariciado. Los poemas lloran, como siempre y también, como siempre, los versos se mueren de melancolía.

     Me voy, tal vez, jamás regresé del recuerdo.