Escrirores en Red

miércoles, 29 de mayo de 2013

MIRÉ AL ESPEJO

Miré al espejo, fue un acto reflejo. Me estaba aguardando en una esquina despistada. La tarde, ebria de una melancolía rancia, apuraba las últimas gotas de ginebra barata. Su llamada me inquietó, quería huir, ignorar su desfachatez. Su petulancia me atenazaba. Me asomé a su espacio envolvente y unos destellos extraños me atraían hacia su mundo mágico. Procuré resistirme, tuve la sensación que vendía el alma, no quería abandonar mi mundo y aquel espejo reclamaba insistentemente mi presencia. Los destellos cegaban mis pasos, colores traviesos mostraban una senda difuminada en una amenaza sepia. Era inútil, me precipité al abismo de sus ingratos deseos y, asomándome a la incertidumbre, los destellos se fueron diluyendo, aquellos colores, que habían dibujado centenares de luminosos amaneceres en tantas ausencias resentidas, perdieron todo su brillo, su resplandor de antaño, repentinamente, desapareció.

Todo estaba desierto. Mi vista se perdía en la nada más absoluta, la perplejidad que me invadía le hacía gracia, su mirada insolente oprimía todo mi ser, tal descaro, apenas, me permitía respirar. Traté de penetrar en su interior, quería, era preciso, buscar en cada milímetro de su horizonte. A pesar del coraje por descubrir toda la verdad tuve miedo, un miedo espantoso, mi imagen no estaba. El espejo me escupía soledad.

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