Escrirores en Red

jueves, 11 de octubre de 2012

HACE FRÍO

Hace frío. El tiempo ingrato, terriblemente desapacible, dibuja poemas grises en un horizonte lejano, ausente, donde se presiente palabras resentidas, frases sin sentido que pretenden imponer hegemonías absurdas, versos de otras épocas, trasnochados.

El viento helado, con aromas trasparentes de montañas nevadas, empuja, sin cesar, un odio cada vez más corrompido, las últimas ilusiones de los hombres abatidos por la soledad impertinente. A veces, se quejan, lloran. No pueden olvidar los días pasados cuando falsos colores iluminaban sus esperanzas. Ahora todo es muy diferente, el dolor de sus entrañas se vuelve insoportable, y aún lo peor estaba por venir. El invierno amenaza. Falta poco para su triunfal llegada. No tendrá ninguna compasión, entre sus fauces todo sucumbirá en el sueño eterno de la tarde, cualquier signo de color, de vida, perderá su lógica apabullante para regresar a sus principios, donde la lucha por la existencia marcaba el ritmo jovial de las campanas. 

Arrecia la lluvia, heladas gotas de agua salpican las ventanas de los atardeceres donde el crepúsculo se desnuda en un diario impenitente. Ha de confesar todos y cada uno de sus segundos, tiene que ser inflexible con sus errores protegiendo, con esmero, sus logros.

La naturaleza parece triste, abatida, pero entre tanta desolación aún queda mucha vida, el vigor desbordante de cada una de sus arrugas otoñales hacen resurgir nuevas promesas, y las palabras adquieren otra dimensión en el que hay que descubrir el punto exacto, hay que afrontar la senda nueva. La palabra volverá a dictar sus leyes.

El camino será duro y habrá que desentrañar los secretos del porvenir.

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