Escrirores en Red

lunes, 19 de noviembre de 2012

Esta maldita crisis

e busca
     Esta maldita crisis se está alargando demasiado, está acabando con muchas ilusiones, sus múltiples tentáculos nos ahoga sin compasión. En ciertos momentos da la impresión que, por fin, abandonamos la oscuridad cuando, de repente, los acontecimientos nos empuja hacia el interior de otro túnel mucho más tenebroso que el anterior y volvemos a caer en el pesimismo más absoluto. 

     Son malos tiempos para todos, se han perdidos los valores que ennoblecían el alma humanas, aquellos valores que ensalzaban las viejas películas de un cine casi olvidado, esos valores son denostados, ya no interesan a nadie, son el ridículo recuerdo de un pasado, una película en blanco y negro a punto de desaparecer para siempre. El hombre no se da cuenta de su error y, mientras tanto, la crisis cubre todo de una amargura dolorosa, nacida de una crispación social. No se da cuenta de su terrible error, en vez de tratar de buscar la solución adecuada, de esforzarse y ayudar a construir nuevos caminos para alcanzar los objetivos deseados, parece disfrutar en poner trabas a su semejante, echándole la culpa de sus propios errores. Su orgullo no acepta consejo, el otro está siempre equivocado; mientras la crisis continúa destrozando esperanzas, los sueños se mueren de nostalgia, añoran un tiempo donde todo parecía mucho más sencillo, el ritmo de la vida se imponía a la tiranía de los relojes y se podían escuchar las alegres sonrisas de los niños. 

     Hoy esas sonrisas se han apagado, han enmudecido, la crisis ha asfixiado todas las alegrías, no entiende de esas simplezas, tan sólo le preocupa cobrar los intereses del miedo. Todo es desesperanza, una ingrata apatía que aísla al hombre que no encuentra la manera de pedir perdón por los errores cometidos. 

     La solución adecuada, de esforzarse y ayudar a construir nuevos caminos para alcanzar los objetivos deseados, parece disfrutar en poner trabas a su semejante, echándole la culpa de sus propios errores. Su orgullo no acepta consejo, el otro está siempre equivocado; mientras la crisis continúa destrozando esperanzas, los sueños se mueren de nostalgia, añoran un tiempo donde todo parecía mucho más sencillo, el ritmo de la vida se imponía a la tiranía de los relojes y se podían escuchar las alegres sonrisas de los niños. 

     Hoy esas sonrisas se han apagado, han enmudecido, la crisis ha asfixiado todas las alegrías, no entiende de esas simplezas, tan sólo le preocupa cobrar los intereses del miedo. Todo es desesperanza, una ingrata apatía que aísla al hombre que no encuentra la manera de pedir perdón por los errores cometidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario