Escrirores en Red

jueves, 11 de abril de 2013

LA MAGIA DEL CINE

Llovía, una insoportable apatía reinaba en el sombrío semblante del atardecer. La lluvia golpeaba con fuerza los cristales de las ventanas. Decidí ir al cine, su magia se insinuaba descaradamente, sus provocaciones eran brutales, recordé las viejas salas de barrio, su envolvente olor a palomitas y cola-cola. Las lágrimas empezaron a nublarme la vista. Rápidamente introduje una película en el aparato, no quise saber el título, sólo quería huir, lo necesitaba.

Los créditos iniciales empezaron a iluminar la sala de un modo muy especial. Entre los numerosos libros empezaron a surgir los actores y las actrices que me habían acompañado durante toda la vida. Las imágenes se sucedían vertiginosamente, secuencias conocidas que nunca podría olvidar, cada una formaba parte de un recuerdo, una ilusión. Palabras, risas, gestos, miradas que me pellizcaban el alma, lágrimas que brotaban sin ninguna justificación. Eso es el cine, la oscuridad de la tarde se disipó en destellos de colores extraños, mágico, envolventes. 

En la pantalla podía ver toda mi vida. Me sentía bien, aparentemente era feliz. Su cabeza reposaba en mi hombro, nuestras manos entrelazadas. Y, surgiendo del silencio, empezaron a sonar las notas maravillosas de Moon River

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