Escrirores en Red

viernes, 18 de julio de 2014

RECUERDOS DE MIS DÍAS UNIVERSITARIOS

     Recuerdo mis lejanos días universitarios, mis amigos, los apuntes diarios que ponía en orden cada noche mientras, oía las músicas tranquilas de la madrugada, las canciones se sucedían tranquilamente, sin ningún tipo de estridencias. 

     Aquellos años de duros sacrificios y de grandes esperanzas en que las hermosas palabras, las reflexiones de los grandes pensadores y escritores de todos los tiempos, los grandes poetas, me animaron a saborear las más sabrosas mieles de sus composiciones, pude compartir con ellos su melancolía, sus ilusiones, sus luchas. De vez en cuando, regreso a sus libros, acudo a su palabra con la esperanza de encontrar las claves que me permitan continuar por la senda, una senda que, últimamente, encuentra demasiada dificultad por la estupidez humana que, en este país mío, llamado España, una nación que hace más de 500 años descubrió América, donde llevó la cordura y el orden, evangelizando a aquellas gente que, posiblemente, serían felices pero que, de repente, pasaron a ser una parte muy importante del mundo, pues en esta España que, insisto, fue una de las grandes potencias mundiales, ocurren cosas muy singulares, cosas que dan la impresión que nos hacen retroceder en el tiempo, ahora van a tener que venir los de fuera a rescatarnos, esa estupidez humana desvanece mis recuerdos de la universidad, donde unos de los valores más significativos que guardo con más cariño es el compañerismo, el trabajo en equipo para superar grandes retos, teníamos que acumular una cantidad ingente de información, asimilar demasiados datos, leer una gran cantidad de libros, estudios, ensayos, y ese trabajo lo hacíamos en equipo.

     Las clases, por supuesto, eran lo más importante en aquel mundo en el que te tenías que resolver las dudas tú solo, ya no podías contar con la inestimable ayuda de tus padres que, en el colegio, te hacían, por ejemplo, los trabajos manuales, en la universidad eres tu quien marcas las pautas a seguir, eres tú quien eliges las prioridades y, muchas veces, era preciso saltarse alguna clase para ir a la biblioteca o, simplemente, para hacer otras cosas más urgente. No te ponían falta, ni ningún profesor te iba a echar la bronca por haber faltado, si no habías asistido a clase era cosa tuya, era tu responsabilidad. 

     Pero no todo era clases y prisas por los pasillos sorteando a compañeros a quienes saludabas fugazmente, existían dos lugares muy distintos donde podías, por unos momentos, desconectar un poco de los posibles agobios: uno era el bar y el otro la capilla, en el primero conversabas, te reías con los compañeros, compartías ilusiones, esperanzas, en el segundo, reflexionabas, rezabas tranquilamente tus oraciones y dabas gracias a Dios por las cosas concedidas y le imploraba fuerzas e ilusión para continuar el camino. A nadie molestaba aquellas visitas a la capilla, no soy un santurrón ni un beato empedernido, pero sabía que Él siempre estaba allí, aguardándome para dar un poco de sosiego a mi alma y, sobre todo, para tranquilizar mi espíritu acosado por los relojes intransigentes. 

     Hoy, eso tan sencillo, tan íntimo que realizaba libremente, no lo podía llevar a cabo, puesto que el Rector de la Universidad, aclamado por toda la izquierda más radical del país ha decidido cerrar la capilla de mi facultad. A quién molesta las visitas a la capilla? Ofenden tanto las oraciones de los creyentes? El que no quiera ir a las capillas o a las iglesias que no vaya, pero que esta gente tan progre dejen y respeten a los demás

     Es deprimente que en una universidad pública, como la Universidad Complutense de Madrid, lugar que debiera ser un Foro de Pensamiento y de Convivencia, algunas personas no puedan ir a orar y a hablar sosegadamente con Él. España necesita, urgentemente, ser rescatada, ha caído en el abismo de la sinrazón.

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