Su cuerpo era el paraíso donde las palabras volaban, pretendían con todas sus fuerzas alcanzar la libertad, el horizonte anhelado por el poeta. Éste luchaba contra el destino, perseguía a las esquivas palabras, era preciso recoger la esencia de todas y componer el definitivo poema, pero aquel cuerpo radiante, de pronto, empezó a consumirse y las palabras, desesperadas, se diluían en su propia tinta.
El poeta empezó a llorar desconsoladamente, se dio cuenta que su vida no tenía sentido.
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