Escrirores en Red

domingo, 14 de diciembre de 2014

MIEDO A LA OSCURIDAD

     En la oscuridad de la noche los malos presagios revoloteaban por la habitación impidiendo dormir, los pensamientos se sucedían vertiginosamente. Toda era confuso, terriblemente confuso, extraño, era un caos donde los esquemas parecían romperse definitivamente.

     La noche era dura. Hasta la media noche los vigilante de la noche acudían a ver cómo estabas, cómo estaba la tensión, la temperatura, a ponerte el antibiótica, a darte algún medicamento para que pudieras dormir. Sus sonrisas iluminaban la espesa oscuridad, sus cariñosas palabras daban el añorado beso de buenas noches.

     Después te quedabas solo con tus temores, temores nuevos que pretendían acabar con un ritmo de vida había sido una válvula de escape de las miserias humanas que te rodeaban, Era mi mundo, aquellas pequeñas cosas con las que disfrutaba, aquellos amigos con los que compartía tantas cosas, aficiones, sueños, versos.

     En aquella soledad incómoda me venía a la cabeza multitud de cosas, demasiadas. En ocasiones, me sentaba en la cama, asustado. Veía, a través de las ventanas, el otro ala de la planta y, por los pasillos semidormidos, se deslizaban los enfermeros y auxiliares, como fantasmas patinando por sendas luminosas. De pronto, desaparecían por las esquinas o entraban, solícitos, en alguna habitación de donde había surgido el grito monótono e insistente del llamador que había solicitado la presencia del amigo de la noche.

     Ellos seguían ahí, perennes. Trataba de dormir, me tranquilizaba su presencia, Tal vez, muy pronto, tendría que llamarles para comentarles, simplemente, que tenía miedo de la oscuridad.


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